La Mezquita de Córdoba

Los cronistas cuentan que en la Córdoba del Califato había cientos de mezquitas. La aljama o del Viernes era la mayor, convirtiéndose en el centro religioso y social de la ciudad. Allí se celebraba el culto, se enseñaban las ciencias religiosas y se celebraban los juicios.

La fisonomía actual del edificio es el resultado de una serie de reformas que se realizaron entre los siglos VIII y XV.
El origen de la mezquita es la primitiva catedral de San Vicente. El primer promotor de la construcción es Abd el-Rahmán I, entre los años 784 y 833. Se establecen once naves en dirección Norte-Sur, con un patio y alminar saliente. Ya en este primer momento se organizan las arquerías que definen la mezquita. Tomando como fuente el romano acueducto de los Milagros de Mérida, según algunos especialistas, el arquitecto cordobés introduce una importante novedad: el empleo de dos soportes superpuestos, una columna abajo y un pilar arriba, y dos arcos: uno inferior, de herradura, y otro superior, de medio punto, que recibe la techumbre de madera.

Abd el-Rahmán II ampliará hacia el sur las naves y construirá la gran torre que fue revestida con la obra renacentista que hoy contemplamos, debido a los efectos de un terremoto. El aumento de población en la ciudad motivará que Al Hakán II derribe el muro de la quibla existente y amplíe hacia el sur la construcción, estableciendo el mihrab y la maxura que hoy podemos contemplar, una de las zonas más espectaculares del edificio. Los arcos polilobulados establecen una admirable red de rombos mientras en los techos observamos cuatro bóvedas cuyos nervios no se cruzan en el centro. La decoración del mihrab también es impactante, utilizando el arco de herradura en su acceso como señal de respeto.

Almanzor desea dejar su huella en la mezquita aljama y al no poder ampliarla por el sur lo hace por el oeste. Se conserva una fila de pilares que recorre el edificio en profundidad como resto del muro lateral de la mezquita original. La ampliación de Almanzor equivale casi a una tercera parte de la superficie total.

En la portada de San Miguel encontramos la típica puerta cordobesa del siglo X, muy plana y sin abocetamiento. Se trata de una puerta adintelada, relativamente baja, con un ancho dintel adovelado que se incluye en un gran arco de herradura, alternando en sus dovelas ladrillo rojizo y piedra blanca. El arco está encuadrado en un alfiz sobre el que descansa un segundo cuerpo con arcos de herradura cruzados. En los laterales observamos estrechas calles donde se abren una celosía y un arco de lóbulos.

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